Fiel a su visita anual en la misma sala, Ramoncín nos ha regalado un extra y ha actuado aquí por segunda vez en apenas dos meses. En la anterior agotó entradas, y si en esta ocasión no lo hizo poco faltaría, congregándose en Luz de Gas su fiel público, con muchas canas, calvas y barrigas. Y es que ya han pasado cerca de cinco décadas del momento en el que vimos impactados aparecer en televisión a aquel jovenzuelo con el rombo pintado en el ojo. Con una brillante discografía y unos directos matadores aquel jovenzuelo demostró ser algo más que una sorpresa televisiva de temporada, y hoy, casi septuagenario, sigue en la brecha ofreciéndonos lo que mejor sabe hacer..
En mi caso, la primera vez que lo vi en directo me ganó eternamente para su causa, y aquí estoy, tantos años después, acudiendo nuevamente a un concierto de uno de los mejores escritores de canciones que ha dado este país, en lo que no deja de ser un bonito reencuentro con un viejo amigo.
Siempre me han fascinado la mayoría de sus discos. ¡Corta!, Ramoncinco, Como el fuego o La vida en el filo me parecen grandes trabajos plagados de canciones memorables, algunas de ellas interpretadas en el concierto, como Canciones desnudas, La chica de la puerta 16, Como un susurro, La cita o Al límite. Otros clásicos también sonaron de otros trabajos, con ese Marica de terciopelo que tanto dio que hablar en su día, o con el trío más recordado de Arañando la ciudad que forman Putney bridge, Ángel de cuero y la inevitable Hormigón, mujeres y alcohol. La mayoría, lógicamente coreadas por ese público fiel que decíamos al principio, y muy bien arropado por una superbanda de seis miembros durante las dos horas y media de la velada. La entrega no se negocia.
Como comenté en otro concierto suyo de hace años, no entraré a juzgar la faceta de polemista de Ramoncín, pero como músico siempre tendrá mi máximo respeto. Sin duda.
Mr. Wolf
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