Y llegamos ya a la cuarta edición del
Calella Rockfest. Como en las anteriores, bandas nacionales,
extranjeras poco conocidas y figuras de prestigio. Un 10 para
los responsables del festival.
Viernes 7. Este año empezó con The
Electric Alley, un grupo de gaditanos que después de darse la
paliza de 1200 Kms., nos ganaron a todos con su Hard Rock
setentero de potentes guitarras. Grupo a seguir, sin ninguna duda.
Los siguientes en aparecer sobre las
tablas fueron los norteamericanos Stonerider.
Se hablan maravillas de su último trabajo, Hologram, pero a
mí personalmente me aburrieron un poco con sus largas canciones,
claramente deudoras de nombres como Pink Floyd
o Genesis (de la época anterior a que
Phil Collins los convirtiera en una
mediocridad comercial, claro). Voz peculiar la de Matthew
Tanner y poco más. Ahora toca esperar a
ver como continúa su carrera.
Era el turno de Joe
Lynn Turner y su banda de acompañamiento, los suecos
Dynazty. Concierto parecido (si no
idéntico) al que ofreció un año y medio atrás en Razzmatazz 2,
con una batería de clásicos de Rainbow,
Yngwie Malmsteen y Deep
Purple, algunos de los grupos que contaron con su garganta en
el pasado. Como dijimos la otra vez, un repertorio de cero riesgo,
incluso extraño en alguna de sus elecciones, pero claramente
disfrutable. Canciones como Death alley driver,
I surrender, Spotlight kid o Highway star
siempre es un placer vivirlas en directo. También hubo homenaje para
el gran Ronnie James Dio con Man on
the silver mountain y Long live Rock'n'Roll; y para
terminar, Burn y Smoke on the water, con la ayuda del
cantante de Dynazty, Nils
Molin, que con su juventud sufrió menos que Turner
en la primera, pese a que éste se encuentra muy bien de voz, hay que
reconocerlo. El público acabó satisfecho, siendo el momento de los
muchos seguidores de la saga Purple
habidos en la Fàbrica Llobet.
El primer día del festival se cerraba
con unos clásicos de nuestros escenarios. Con Backyard
Babies yo siempre recuerdo aquel lejano concierto del 98
en la sala Mephisto, en el que directamente me hicieron caer
de culo con una descarga adrenalínica para la historia. Los que
estuvisteis allí supongo que estaréis de acuerdo conmigo. Era la
presentación del que muchos consideramos su mejor trabajo, Total
13, y en aquel momento estaban para comerse el mundo. Después de
aquello, habría una bajada de revoluciones, tanto en disco como en
concierto, pero buen nivel siempre lo han mantenido. Dregen
sigue siendo Dregen, aunque últimamente
vaya siempre con la cabeza tapada (¿para disimular su alopecia,
quizá?), y su batería Peder Carlsson
sigue siendo espectacular. Y claro, temas como Made me madman,
Brand new hate, Highlights o Look at you
reviven a un muerto. Fin de fiesta Punk
para la primera jornada.
Sábado 8. El
encargado de arrancar el segundo día era el británico Ben
Poole con su Blues
Rock para todos los
públicos, algo falto de fuerza en mi opinión, y además con una voz
que no acompaña demasiado. Pero cuando se arranca con la guitarra
todo cambia por completo. Su versión de Have you ever
loved a woman
de Freddie
King se convirtió por
derecho propio en uno de los momentazos
del festival. Un chico simpático, además.
El
siguiente turno era para Imperial
Jade, una jovencísima
banda local que también apuesta por el Rock
setentero. En su actuación pudimos apreciar influencias de grupos
como los Doors
o, sobre todo, Led
Zeppelin, de los que
incluyeron un medley. Les deseamos la mejor de las suertes.
A
continuación, un verdadero cruce
de cables para quien esto escribe. Desde niño, Ten
Years After ha sido
una de las bandas de mi vida, y su desaparecido líder Alvin
Lee uno de mis mayores
héroes
personales. Los pude ver en su día con la formación clásica en
aquellos dos conciertos en Zeleste,
y el recuerdo para mí es imborrable. De aquella formación sólo se
mantienen en ella el batería Ric
Lee
y el teclista Chick
Churchill, ya que el
bajista Leo
Lyons abandonó la
nave un tiempo atrás. Y bien, nunca he concebido unos Ten
Years After sin Alvin,
pero sí es cierto que él no puso objeciones a que siguieran con
otro cantante y guitarrista, según tengo entendido. Antes ocupó su
puesto Joe
Gooch,
y ahora el encargado de calzarse sus zapatos es nada menos que Marcus
Bonfanti, un músico
de lo más interesante al que pudimos ver en Barcelona
hace un tiempo. Para el bajo, un ilustre, el zurdo Colin
Hodgkinson, al que los
veteranos recordamos de su paso por Whitesnake
(época Slide it in,
ahí es nada).
Era
momento de dejar los prejuicios a un lado, y la verdad es que desde
el inicio el señor Bonfanti
se encargó de borrármelos
de un plumazo. Su entrega, su poderosa voz y su saber hacer con la
guitarra le convirtieron en uno de los músicos destacados
del festival. También el momento solo
de Hodgkinson
fue
impagable. Y claro, el
repertorio para llevarnos al cielo: Hear me calling,
50000 miles beneath my brain,
Love like a man, Good
morning little school girl, ese
mítico I'm going home
o el Choo choo mama
final. Una gran actuación, en la que únicamente eché de menos
alguna palabra de recuerdo para Alvin.
Creo que después de habernos regalado todas estas maravillosas
canciones era de justicia mencionarlo, como por ejemplo hacen siempre
Thin
Lizzy con Phil
Lynott.
En fin...
Michael
Monroe era el
encargado de cerrar el festival, y como todos sabíamos de antemano,
fue también la actuación más destacada.
En mi opinión ya se le puede considerar uno de los grandes frontmen
de la historia, capaz de mirar de tú a tú a monstruos sagrados como
Mick
Jagger o Iggy
Pop.
¿Exagero? Quien no esté de acuerdo posiblemente sea porque no ha
visto nunca sobre un escenario al finlandés. El despliegue físico,
la entrega y las ganas son innegociables
para este hombre, que además desde hace unos años ha juntado una
banda que es una auténtica apisonadora en directo. A eso se le debe
añadir su estado de gracia compositivo, traducido en una mágica
trilogía grabada en el último lustro. Porque Trick of the
wrist, Ballad of the
lower East side o Under
the northern lights
se encuentran a la altura de Malibu beach nightmare,
Motorvatin' o
Hammersmith palais,
clásicos de Hanoi
Rocks o Demolition
23. Y qué decir de
ese Up around the
bend, casi más suyo
que de la Creedence.
O de Dead, jail or Rock'n'Roll
llevando la locura al público. O de ese caótico final, con el
recuerdo a Johnny
Thunders y los Stooges
que fueron I wanna be loved
y I feel alright. Sin
palabras. Un final extraordinario
para el festival.
No nos
cansaremos de decirlo: mucho mérito
el de la gente que organiza este evento. Como única queja, hablaría
del juego de luces, que en muchas ocasiones molestan al público. Una
pequeña objeción entre todas las cosas bien hechas, destacando una
puntualidad británica, un buen sonido... y unos excelentes
bocadillos.
Long
live Calella Rockfest!!!
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