Pues ante unas veinte o treinta personas, declaración de intenciones con la slide de la inicial (Don't shake my) family tree, que titula su segundo y reciente trabajo. Y a partir de ahí, a disfrutar con su Hard Rock de alta graduación: Go to man, una versión de Stealin' (¡Uriah Heep! ¡Qué grandes!), Dig my grave, una desatada Jumpin' Jack flash, una Precious time en la que todos hicimos coros y un certero final con la canción título de su primer disco, Better than the Blues, enlazada con el clásico Baby please don't go. Y para cerrar el segundo bis, broche de oro con el Fire de Jimi Hendrix.
Pese a no tener una gran voz, Rory cumple como cantante; pero sin duda, es como guitarrista como más luce, extrayendo de su instrumento sólidos riffs y brillantes solos. Sus dos acompañantes, solventes. Para Mike Kelly, da la sensación de que tocar la batería no le suponga ningún esfuerzo. Y de Billy Miller, sin querer ser muy críticos, también hay que decir que sus movimientos en escena resultan bastante ridículos.
Al acabar el concierto, Rory nos saludó uno por uno (está claro que no éramos cinco mil), echando por tierra su imagen de tipo duro para revelarse como una persona de lo más amable y educada.
Mr. Wolf
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