Foto de Mario Olmos
Hay festivales que se escapan a los convencionalismos que se
esperan por parte del público. En los últimos años nos hemos acostumbrado tanto
a unos ciertos grados de maltrato por parte de los grandes festivales, que
cuando asistimos a un festival como el Feroe nos quedamos un buen rato en fuera
de juego. Un aforo cómodo y razonable, la suficiente cantidad de barras como
para calmar la sed y el hambre sin tener que soportar colas interminables, unos
horarios cómodos y compatibles con el transporte público, aseos suficientes y
limpios, y un personal de la organización numeroso y amable. Para los
profesionales de la información el trato todavía más exquisito, incluso con un
espacio reservado para poder desarrollar el trabajo con todas las necesidades
resueltas. Teniendo en cuenta todas estas virtudes, lo único, y más importante,
que quedaba, era ofrecer un cartel de mucha calidad y con una línea artística
coherente. Y en esta primera edición el reto se ha superado con creces. Lo que
ha resultado un tanto decepcionante ha sido que el público no ha respondido del
todo a lo que una propuesta de este calibre merecía, y tan sólo ha cubierto la
mitad, más o menos, del aforo. Esperemos que para la segunda edición la
respuesta sea mucho mayor.
El cartel estuvo formado por seis bandas, tres por día. Que
ofrecían Rock, Pop, Blues, Folk, o Indie, con un denominador común. Una calidad
incuestionable, y en algunos casos, una oportunidad excepcional para ver a
artistas que no se prodigan demasiado en nuestros escenarios. Puede que la
distribución en el cartel fuera discutible, pero los seis conciertos que
pudimos disfrutar en la primera edición del Festival Feroe, fueron de un nivel
fuera de toda discusión.
La primera banda en pisar el escenario del envelat del Poble
Espanyol, fueron los canadienses The Weather Station, que liderados por Tamara
Lindeman ofrecieron sus etéreas y vaporosas canciones ante un público no del
todo familiarizado con su música. Basaron el concierto en su último disco,
Humanhood, publicado a principios de 2025, un disco con ecos a Joni Mitchell,
envuelto en adornos indies y un tanto experimentales. Los canadienses llevan
desde 2006 en activo y han sido comparados en ocasiones con bandas como
Fleetwood Mac, pero está claro que en su última apuesta musical están más cerca
de la profundidad y de la ensoñación, que del Pop un tanto más asequible de
discos como Ignorance, (2021). Puede que para ser el primer concierto del
festival, su propuesta fuera un tanto lineal para la parte del público que no
conocía su música. Pero si estabas atento y conseguías entrar en su particular
universo sonoro, su música te transportaba a sitios de una belleza
indiscutible. Brillaron temas de su último disco como la gran Neon Signs, Body
Moves, Mirror o Humanhood, y tocaron algunos temas más antiguos como Atlantic,
Tried to Tell You, Parking Lot o Subdivisions.
The Jayhawks nos han visitado con regularidad en sus más de
cuarenta años de carrera. Tanto en los gloriosos años en los que Gary Louris
comandaba la nave junto a Mark Olson, como después de la marcha de Olson. Y
siempre han ofrecido grandes conciertos, aunque es cierto que en los últimos
años habían perdido una cierta intensidad, que de alguna manera recuperaron en
el Feroe. Se había anunciado que rendirían homenaje a su glorioso Tomorrow the
Green Grass (1995), pero al final hicieron un set list maravilloso, en el que
metieron muchos de sus grandes éxitos, y hasta tuvieron tiempo para tocar una
inédita Kingston Girl. Las caras de felicidad del público coreando gemas como
Blue, Save it For a Rainy Day, Waiting for the Sun, I’d Run Away, Tampa To
Tulsa, Angelyne, Big Star, Quiet Corners & Empty Spaces o su maravillosa
versión del Bad Time de Grand Funk Railroad, lo decían todo.
The Tallest Man on Earth es el alter ego del sueco Kristian
Matsson, un tipo inquieto que lleva desde 2006 en activo, ofreciendo discos y
conciertos espectaculares. En el Feroe saltó al escenario en solitario. Una
propuesta arriesgada para cerrar el primer día de un festival. Se ganó al
público que no lo conocía, y que cotorreaba más de la cuenta, a base de
entrega, teatralidad, sudor y canciones. Tocó violín, teclados, guitarras y una
especie de mini banjo que nos explicó que era un instrumento tradicional
nórdico. La fuerza de canciones como Love Is All, The Gardener, The dreamer, o
la coreada King of Spain conquistan a cualquiera. Y demostró su amor por Dylan
con una sorprendente versión de Tomorrow Is a Long Time.
Fotos de Mario Olmos
La guinda del festival, y para muchos su mayor aliciente,
fue el concierto, y debut en los escenarios españoles, de los británicos
Squeeze. Después de cuarenta años de carrera resulta sorprendente que nunca
hubieran tocado por aquí, y la verdad es que viendo la respuesta del público
asistente, fueron posiblemente los grandes triunfadores de la primera edición
del festival. Así que esperemos que no tarden mucho tiempo en volver. Comandan
la nave Chris Difford y Glenn Tilbrook, que controlan una maquinaria bien
engrasada de ocho músicos que tocan primorosamente y hacen que sus clásicos
suenen totalmente actuales. Pop con mayúsculas con una banda simpática que
conjuga unas estupendas armonías vocales con unos temas irresistibles y
elegantes. Tocaron Up The Junction, Tempted, Pulling Mussels (From The Shell),
Goodbye Girl, o Take Me I’m Your Yours. Fueron la guinda a un festival
estupendo, que a pesar de no haber conseguido el aforo que merecía, ya anuncia
que habrá edición en 2026. Esperemos que sigan con unas propuestas tan
interesantes como las de este año y que el público responda.









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