La noche del pasado Miércoles vivimos una velada histórica para los amantes del Rock más genuinamente americano. Los Screamin' Cheetah Wheelies fueron una banda imprescindible para entender el mejor Rock hecho en los 90's. Se separaron demasiado pronto, y para los que somos fans incondicionales de los de Nashville, siempre tuvimos la sensación de tener una cuenta pendiente, sobre todo en lo que se refiere a su directo. Es cierto que algunos pudimos disfrutar en 2004 de su fugaz retorno en un mítico e imborrable concierto en el Azkena. Pero poder disfrutar de todo un show largo y en una sala, era algo que parecía que nunca sería posible. Cuando hace unos meses el hiperactivo Mike Farris anunció que la banda iba a reunirse para hacer algunos conciertos en USA, nos ilusionamos con una posible visita a nuestros escenarios. Y el milagro llegó, se anunció una extensa gira española, que tendría inicio en Barcelona. Y además con el añadido de los Steepwater Band como teloneros.
Durante muchos años el único que se ha mantenido activo dentro de la música ha sido el incombustible Mike Farris, que se ha labrado una interesante carrera en solitario. Nos ha visitado recurrentemente, siempre ofreciendo grandes conciertos, pero, al menos para mí, también dejando la sensación de que esa prodigiosa garganta estaba desaprovechada en unas canciones que adolecían de garra rockera. Su disco Silver & Stone de 2018 ya fue un retorno al Rock más clásico. Además, pudimos disfrutar en esa gira de un concierto sobresaliente en el Calella Rock Fest. Y parece que aunque va a continuar con su carrera en solitario, se va a dar el lujo de girar de vez en cuando con sus viejos camaradas. Aleluya.
Había mucha expectación para el concierto. A la hora en la que se abrían las puertas de la coqueta sala Apolo ya había una larga cola de melómanos nerviosos ante lo excepcional de la velada. Hubo lleno total de un público, en su mayoría, buen conocedor del cancionero de los Wheelies. Y que alegría poder reencontrar a tantos amigos melómanos. Si además de disfrutar de un buen concierto estás en compañía de buenos amigos y de compañeros del mundillo musical, pues mucho mejor.
Abrieron la velada The Steepwater Band, una banda que da igual las veces que uno la vea, siempre te ofrecen un gran espectáculo. Jeff Masey, Eric Saylors, Joe Bishop y Joe Winters salieron a escena con una sonrisa y mucha actitud. El repertorio fue corto, pero intenso. Empezaron con Please the believer de su gran álbum Turn of the wheel; y su Blues Rock, trufado de Boogie calentó al público, que disfrutó mucho con canciones como Turn of the wheel, Shake your faith, Abandon ship, Sharp tongue, Found, Shift, Broken spirit blues, la magnífica High and humble, Come on down y una excelente versión del tema de Derek and the Dominos Tell the truth.
Los Screamin' Cheetah Wheelies saltaron al escenario como una apisonadora, quizás incluso con demasiado ímpetu, ya que tardaron un par de temas en sonar verdaderamente bien y conjuntados. Esto deslució un poco los dos clásicos con los que comenzaron el concierto, Magnolia y Shakin' the blues. Continuaron con I dreamed y Halcyon days, con el público totalmente entregado, Leave your pride (at the front door), una enérgica versión del clásico de Dr. John Right place, wrong time, Standing in the Sun, More than i can take, Good time, Messenger's lament, unas preciosas Gypsy lullaby y Sister mercy. Aquí Mike Farris se marcó una improvisación en solitario del Higher de Sly and the Family Stone, que enlazaron con su tema más reciente, el contundente Let the child ride. Se nos erizó la piel con Father speaks y This is the time. Majestic, Backwoods travelin', Rubbermaid fiancee y un gran final con One big drop of water y ese clásico eterno llamado Hello from Venus. Viendo después el set list, fue una pena que les metieran prisa para acabar, ya que nos perdimos Boogie King y Ride the tide. Pero bueno, casi dos horas y cuarto de concierto no está nada mal.
Mike Farris estuvo pletórico de voz y actitud, a pesar de que tuve que escuchar como algún despistado lo calificaba de Marc Anthony enano y gritón. Esto me hizo recordar como eran los tiempos en mi juventud, cuando uno podía defender el honor de sus ídolos musicales hasta con los puños. Rick White y Bob Watkins estuvieron a la altura a las guitarras, sobre todo éste último con su mágica Fender. Steve Burgess al bajo y Terry Thomas a la batería cumplieron sobradamente.
Una noche para el recuerdo que quizás hubiera sido más redonda sin el recorte del set list, y con un sonido no tan potente, la voz poderosa de Farris no necesita sonar tan saturada. Por momentos parecía que nos fueran a reventar los oídos. Pero bueno, fue una noche histórica para todos los que crecimos con la música tan particular de los Wheelies, esa mezcla de Rock, Soul, Psicodelia y hasta Hard Rock.
Mr. Sheep
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