¿Sabéis cual fue el primer vinilo que compré en mi vida? El enorme Rock&Ríos, un disco que marcó una época y que marcó a toda una generación en este país. Cuarenta años después, aún no había visto nunca en directo a Miguel Ríos, y sinceramente no sé por qué, la verdad. Pero ahora, en 2022, he tenido la oportunidad de subsanar ese error y reconciliarme conmigo mismo y con aquel niño que compró (y escuchó hasta casi quemarlo) aquel disco.
Esta gira de Miguel junto a su banda de acompañamiento, The Black Betty Trio (pues será un trío pero si no conté mal son cuatro músicos) es en un formato íntimo y acústico, y un lugar tan bonito como el Palau es el ideal para llevarlo a cabo. Guitarras, steel guitars, mandolinas, violines, un piano... y sin batería a cargo de un grupo que realmente lo borda en directo. Suenan realmente bien y Miguel se enorgullece de tocar con ellos. De hecho, hubo espacio para el descanso del veterano cantante con las interpretaciones de un par de temas de los Black Betty. Especialmente interesante y divertido el cantado por el pianista Luis Prado, de título claro y directo: Estoy gordo. Por su parte, un Miguel relajado, locuaz, simpático y perfecto de voz demostró en todo momento que la veteranía es un grado frente a un público entregado de antemano.
Hola Ríos hello marcó el pistoletazo de salida, seguido del primer clásico de la noche con el que se vino abajo el Palau: Bienvenidos. Después, a lo largo de dos horas y media, un largo repaso a su carrera, con varias canciones de su último trabajo que no desentonaron en absoluto frente a las que la gente quería y demandaba. Así, Memphis-Granada, Por San Juan o Que salgan los clowns sonaron junto a joyas como Los viejos rockeros nunca mueren, esa preciosa Todo a pulmón, la emocionante El Blues del autobús, Año 2000, Rocanrol bumerang, El río o la imprescindible Santa Lucía. Como colofón, un Himno a la alegría cantado en catalán que descolocó un poco a todos los que se conocen la letra de memoria, claro.
Como decíamos antes, el público, veterano en su mayoría, se mostró entregado a su ídolo, y seguro que muchos ya lo habrán visto un buen puñado de veces. Por lo que a mí respecta, no sé si habrá más veces, pero la cuenta quedó saldada, y debo reconocer que, después de tantos años escuchando esas canciones, se me puso la piel de gallina en más de una ocasión. Salí del Palau muy feliz.
Como me imaginaba, Miguel Ríos sigue siendo grande, muy grande.
Mr. Wolf
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