Mi primera vez en Barts Club, y
la verdad es que me pareció un lugar un poco extraño. Esa columna
en medio... un poco incomprensible tratándose de un lugar de
reciente construcción. De todas maneras, sí era un lugar íntimo y
acogedor para conciertos como el de Lindi
Ortega, una de las voces destacadas del Country Rock
actual. Pese a su juventud, ya lleva unos cuantos años en la
carretera, habiendo grabado también una buena colección de discos,
siendo el último Faded gloryville.
Puntualmente apareció en escena el
telonero Jordan Klassen, canadiense que
nos obsequió con sus bonitas canciones él solo sobre las tablas con
su voz y su guitarra. Eso sí, con la excepción del tema del ukelele
y los silbidos. En mi opinión, terrible.
Con una poderosa banda cubriéndole las
espaldas, su magnetismo en escena y su fantástica música, Lindi
ofreció un espléndido concierto, cuya única objeción fue
la parquedad de la noche, que apenas llegó a la hora y cuarto. La
verdad es que se habría agradecido algo más de tiempo, aunque bien
es cierto que luego lo suplió un poco con su simpatía,
quedándose allí para charlar, firmar y hacerse fotos con todo aquel
que se lo propusiera.
Con temas como Run-down
neighborhood, Demons don't get me down, Faded
gloryville, el sensacional Run amuck o Cigarettes &
truckstops nos sentimos como si estuviésemos en el mismísimo
Nashville. Mención especial para las versiones. La preciosa
del Desperado de los Eagles nos
hizo recordar con emoción al recientemente desaparecido Glenn
Frey. Y la del maestro Sam Cooke,
Bring it on home to me, nos dejó absolutamente
hechizados. Lástima que se dejara en el tintero algunas habituales,
como el Ring of fire de Johnny Cash
y el To love somebody de los Bee
Gees.
Aunque fuera corto, un concierto que
nos dejó satisfechos, con una artista más que interesante,
con personalidad y buenas canciones, que es de lo que se trata.
Mr. Wolf
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