En un lugar que no me acaba de convencer, el Sant Jordi Club, y sentados en sillas puestas para la ocasión, nos dispusimos a vivir una larga noche cercana a las tres horas, en lo que suponía la recreación de su famoso álbum en la primera parte y otros temas en la segunda. Frampton ya no es aquel joven apuesto de largas melenas que nos miraba desde la portada del Comes alive!. Ahora es un señor de 61 años y con escaso pelo canoso, pero que se mantiene bien de voz y toca igual de bien la guitarra. Además, y como punto a favor, hay que decir que se mostró simpático y sonriente en todo momento. El disco sonó entero, aunque no en el mismo orden. Inicio con Something's happening y Doobie wah. Tras Lines on my face, el famoso Show me the way como primer punto álgido, It's a plain shame, Wind of change, Penny for your thoughts, All I want to be (is by your side), Baby I love your way, I wanna go to the sun, (I'll give you) money, Shine on, su particular versión de Jumpin' Jack flash y final con el mítico y aclamado Do you feel like we do, con talk box incluído, claro. Todos felices, viviendo en directo un disco que hemos escuchado cientos de veces. Con una pantalla ofreciendo continuas imágenes de sus años dorados y frente a un público en algunos casos desatado. Hubo tiempo para los duelos de guitarra con Adam Lester, y buen trabajo en general de toda la banda, con el bajista Stanley Sheldon, que ya formara parte del disco en su día. Hubo también un recuerdo para los otros dos miembros que lo grabaron, Bob Mayo y John Siomos, fallecidos ambos unos años atrás.
La segunda parte del concierto fue otra cosa. Tras dos temas correctos, como son Asleep at the wheel y Restraint, trío de instrumentales (Float, Boot it up y Double nickels). Buenos temas, pero no demasiado indicados para el directo, convirtiéndose en un momento de bajón considerable. Levantó el vuelo con el fantástico Four day creep, de Humble Pie, para bajar otra vez con una innecesaria versión instrumental del Black hole sun de Soundgarden. Ya en el bis, tiró de Beatles para dejarnos un buen sabor de boca y salir con los acordes de While my guitar gently weeps resonando en nuestros oídos.
Aquí no diremos que debería dedicarse a tocar el mítico disco y nada más. Tiene todo el derecho a tocar otras cosas. Pero sí que ganaría con un concierto mejor estructurado y sin tanto instrumental. Pese a ello, esta visita de Peter Frampton ha resultado ser una alegría para muchos, entre los que me incluyo. Y es que, por momentos, podíamos cerrar los ojos y pensar que estábamos en una noche de 1975 en el Winterland de San Francisco, por ejemplo.
Mr. Wolf
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