Nikki Hill, ¿la nueva (futura) reina del Rock'n'Roll? ¿O deberíamos decir del Soul? ¿O del Blues? Porque esta chica toca todos los palos, y encima lo hace más que bien, visto lo visto en Apolo 2. Sería fácil compararla con una primeriza Tina Turner, o con la encantadora Imelda May, pero a mí quien me venía a la cabeza durante el concierto era el desaparecido Nick Curran (¡qué gran pérdida!), una verdadera enciclopedia musical, que no se ceñía a etiquetas y disfrutaba por igual con bandas y estilos muy diferentes entre sí.
La hora intempestiva a la que actuó un año atrás me impidió asistir a su concierto. En esta ocasión, con un horario más habitual, tenía muy claro que no se me escaparía.
Empezar el concierto con el clásico de Chuck Berry, Sweet little rock and roller, ya supone un buen rollo considerable. Que más tarde caiga el bombazo Keep a knockin' de Little Richard ya nos deja rendidos a sus pies. Por cierto, canciones con casi sesenta años que dejan en ridículo a muchas bandas actuales y sus supuestos himnos rockeros. Que se descuelgue con un potentísimo Twistin' the night away de Sam Cooke nos coloca al borde del éxtasis. Y que finalice la noche con uno de los grandes clásicos menos manidos de AC/DC, como es Rocker, ya nos lleva a la decisión de adorar eternamente a esta dama. Además, sus temas propios no tienen desperdicio, como los irresistibles Ask yourself o I know. Presencia escénica no le falta. Voz tampoco. Y de carisma, simpatía y saber llevar a la audiencia va sobrada. Su banda tampoco se queda atrás, con una base rítmica discreta pero efectiva, y un Matt Hill sobresaliente a la guitarra, destacando también su imagen chulesca.
El único pero, la escasa duración. Poco más de una hora de concierto no acaba de dejarnos satisfechos. De todas maneras, si Nikki decide repetir por estos lares, repetiremos con ella sin dudarlo.
Mr. Wolf
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