Un año más nos acercamos a nuestro festival favorito, y lo
hacemos como siempre rodeados de buenos amigos, con los que viajamos cada año a
Vitoria, y también con los que nos reencontramos cada año en el festival. Y es
que lo mejor de la experiencia azkenera está en compartir música, comida,
bebida y tiempo con la gente con la que se tiene el vínculo del Azkena Rock
Festival.
23 ediciones de un festival muy particular, y para mí este
año ha sido mi decimonovena cita. Así
que está claro que hay un vínculo muy especial con el festi y con la capital
alavesa. Hemos pasado mucho calor y sufrido bastante lluvia. Unos
condicionantes que contribuyen a la épica del evento.
El Jueves entramos al recinto de Mendizabala con los acordes
de Libe. A Libe García de Cortázar ya la habíamos visto en el festival en la
edición de 2023, cuando formaba parte de Pasadena. En Pasadena los sonidos del
Rock americano cantado en euskera me sedujeron desde el primer minuto. Lanzada
en solitario como Libe, la propuesta exige mayor atención para poder ser
degustada, ya que ahora suena densa, más oscura y ruidosa. Y es posible que
como primer concierto del festival, con el ansia de saludar a todo el mundo y
explorar el recinto, no obtuviera la atención que se merece. Y eso que un sonido
brutal te llamaba todo el rato. Bien, pero me encantaría ver a Libe y
a su banda en una sala para prestarle la atención que se merece.
Había ganas de ver a los legendarios Buzzcocks. Esas
gloriosas canciones Punk con estribillos hechos para ser cantados puño en alto,
motivaron a un personal entregado de antemano, pero quizás debido a un sonido
no del todo brillante, sobre todo en las guitarras de Steve Diggle, les costó
un poco conectar con la audiencia. Aún así, siempre es un placer disfrutar de
himnos como Ever fallen in love, I don’t
mind o Harmony in my head.
La idea de incluir en el cartel a un cantautor como Quique
González, que se disfruta mucho más en un contexto más intimista, donde
degustar unas letras tan personales; pues parecía un tanto arriesgada, pero la
verdad es que el madrileño estuvo a la altura. Con un repertorio directo, un
muy buen sonido y ganas de demostrar que después de 25 años de carrera todavía
le quedan muchas cosas que decir. Como en el nuevo tema que presentó, Terciopelo
azul, adelanto de su próximo trabajo discográfico.
El concierto sorpresa del día para mí fue el de Melissa
Etheridge. La artista de Kansas fue muy popular a finales de los ochenta y en
los noventa. Pero a partir de ahí, por lo menos en España, su figura se fue
diluyendo, y después de algunos años en que su salud la alejó del circuito
musical, parecía que su concierto sería un mero trámite para contentar sólo a
los más nostálgicos. Pues no, su actitud, su gran estado vocal, y las ganas y
dominio de las guitarras, de la harmónica, y hasta de la batería, se ganaron
hasta al más escéptico. Y que gran placer escuchar canciones como Come to my
window o I’m the only.
El concierto de The Damned fue lo más explosivo del día. Por
actitud, dominio del escenario, un repertorio matador y una gran inteligencia
para disimular carencias y destacar virtudes. Dave Vanian es posible que no
tenga la voz tan bien como en sus años de gloria, pero mantiene intacto el
carisma. Captain Sensible exprime su guitarra al máximo y pone el punto de
simpatía, y también de nostalgia, como en su recuerdo para la figura del
recientemente fallecido Brian James. El público bailó y disfrutó al ritmo de
temas como New rose o Eloise, y se quedó con ganas de más.
Para algunos frikis de la distorsión, como yo, Dinosaur Jr
son todo un referente. Ese sonido arrastrado y estridente. Esa puesta en escena
donde parece que reine la apatía, y que más que un concierto parezca que están
jugando en el local de ensayo, pues puede que no sea para todo el mundo. Pero
es que cuando J Mascis exprime su guitarra y mezcla el ruidismo con la
nostalgia, es único. Parapetado en un imposible muro de amplis, Mascis y los
imprescindibles Lou Barlow y Murph repasaron su disco Without a sound del 94 y
por supuesto no se olvidaron de clásicos como Freak scene o su inmensa cover
del Just like heaven de The Cure.
Me hubiera encantado poder entrar al Trashville para
disfrutar, aunque fuera un rato, del directo de Wau y Los Arrrghs!!!, pero una
cola enorme y el temor al colapso por el calor que siempre hace dentro de esa
carpa, me quitaron las ganas. Así que no sin cierto escepticismo me acerqué al
concierto de Lee Rocker, y la verdad es que superó todas mis expectativas. Lee
Rocker estuvo muy bien de voz, y de actitud. Además la banda estuvo a la altura
y nos pusieron las pilas con los himnos de Stray Cats como Runaway boys, Stray
cat strut, Rumble in Brighton y por supuesto Rock this town. Lo que más me
gustó fue la parte dedicada al Rock de los cincuenta con temazos como That´s
all right, Blue Moon of Kentucky o Honey don’t. Un gran colofón para una
intensa primera jornada.
El Viernes disfrutamos del Power Pop desenfadado y molón del
británico Laurie Wright en la plaza de la Virgen Blanca. Bajo un calor de
justicia y con un público muy receptivo, Laurie y su joven banda nos dijeron en
la cara que sí que hay relevo en esto del Rock n’ Roll, con temazos como Rock
n’ Roll ain’t dead while we’re living o Easy Street. Me quedé con ganas de
poder verlos en una sala. Espero que vuelvan pronto.
Una opípara comida que se alargó bastante, hizo que
entrásemos al recinto de Mendizabala justo a tiempo para disfrutar del gran
directo de los americanos Reckless Kelly. Me hubiera encantado ver a Bobbie
Dazzle con su festivo Glam Rock, pero se solapaba con los americanos; y después
de treinta años de carrera, la experiencia de ver a una de las mejores bandas
de Rock clásico americano era prioritaria. No necesitan ninguna parafernalia
escénica para captar tu atención, sólo con sus grandes canciones consiguen
hipnotizarte y te impiden apartar la mirada del escenario. Cody Braun, su
hermano Willie y ese gran guitarrista llamado Geoffrey Queen estuvieron
maravillosos y nos obsequiaron con temazos como Miserable city, Fire up ready
to go, Nobody’s girl, la preciosa Seven nights in Eire, Wicked twisted road,
Vancouver y una gran versión del Castanets de Alejandro Escovedo. Que vuelvan
pronto, por Dios.
No soporto a John Lydon. El recuerdo de su actitud en el
concierto que ofreció en 2008 con Sex Pistols me quitó las ganas de verle con
Public Image Limited, una banda que tampoco me ha dicho nunca nada. Así que
disfruté un rato con los recomendables C.O.F.F.I.N. Los australianos pusieron
las pilas al respetable con fuerza, entrega y un Punk Rock a lo bestia, a lo
australiano, y cantado por el batería mientras toca a mil por hora.
Recomendables.
Si no disfruté de los australianos hasta el final, fue
porque tenía cita con una de las mejores compositoras de la historia del Rock.
Y no podía llegar tarde a Lucinda Williams. Ya sabemos que Lucinda sufrió un
ictus en 2020 que le ha dejado severas secuelas físicas, que su movilidad ha
quedado muy reducida, y que verla aparecer en escena, con esa aparente
fragilidad, te deja desarmado emocionalmente. Pero, es que cuando abre la boca,
y constatas que mantiene su voz intacta, todo queda en un segundo plano.
Además, y a diferencia de su anterior visita al festival hace dos años, creo
que está en un momento vital mejor. Parece que ha aceptado su destino y ha
decidido tirar hacia adelante, dejándose la piel y el alma en cada canción. Y
además en estos convulsos tiempos en los que estamos envueltos, Lucinda está
más combativa políticamente que nunca, con una oposición clara frente al
fascismo de Trump. Y eso se refleja hasta en la elección de sus canciones, You
can’t rule me, o en las versiones de Bob Marley, So much trouble in the world,
o el Rockin’ in the free world de Neil Young. Al acabar el concierto y hablando
con un amigo, éste se quejaba de que en un repertorio casi de una hora hubiera
hecho tres versiones, dejando fuera tantas canciones propias maravillosas. Pero
es que a estas alturas, qué más da. Es todo un milagro poder disfrutar de
Lucinda en 2025, y hay que disfrutarlo, toque lo que toque. La acompañaban en escena
sus fieles David Sutton al bajo, Brady Blade a la batería, y una dupla
guitarrera de las que quitan el hipo, Doug Pettibone y Marc Ford. Sonaron muy
compactos y rockeros, luciéndose lo justo, y dejando el protagonismo a Lucinda.
El Set list comenzó con el ritmo trotón de Can’t let go, la reciente Rock n’
Roll heart, Stolen moments, la clásica Car wheels on a gravel road, la
maravillosa Pineola, Drunken angel, So much trouble in the world, la combativa
You can’t rule me, otro clásico como Out of touch, la versión del While my
guitar gently weeps de los Beatles, Essence, que me hace llorar cada vez que la
escucho, y ya subiendo las revoluciones en la recta final, Righteously, Honey
bee, Joy y la apoteosis final con Rockin’ in the free world. Bolazo.
Me hubiera gustado ver a Turbonegro, pero ya que el día, al
menos para mí, estaba dedicado al Rock americano, me decanté por un valor
seguro, Robert Jon & The Wreck. Y por supuesto que no me defraudaron. Rock
de aires sureños, sonido setentero, una banda compacta y un incendiario
guitarrista, Henry James. Con un excelente sonido nos ganaron a base de
simpatía, puesta en escena y sobretodo, canciones. Blame it on the whisky,
Better of me o la gran Oh Miss Carolina. No inventan nada nuevo, ni lo
pretenden, pero nos gustan.
Posiblemente la gran estrella de esta edición del Azkena
haya sido el incombustible John Fogerty. Parece mentira que todavía mantenga
esa vitalidad a sus ochenta años. Con un buen sonido y una banda familiar, en
la que figuran dos de sus hijos, el de California nos ofreció un espectáculo
entretenido, con unas vistosas proyecciones, y el repertorio que todos
esperábamos, plagado de sus inmortales clásicos con Creedence Clearwater
Revival, Bad Moon rising, Up around the bend, Green river, Born on the Bayou,
Who’ll stop the rain, It came out of the sky, Lookin’ out my back door, Keep on
Chooglin’, Effigy, Have you ever seen the rain?, Down on the corner, Fortunate
son, y Proud Mary. Además también tocó alguno de sus himnos en solitario como
Rock and Roll girls, The Old man down the road, la soporífera Joy of my life y
por supuesto Rockin’ all over the world. Tiene la edad que tiene, y puede que
tenga que intercalar alguna parrafada de más para poder recuperar el aliento,
pero es que, que más queremos. Debemos alegrarnos de que estas leyendas de la
música sigan en activo y con ganas de regalarnos su arte. Cuando no estén las
echaremos de menos.
El mejor fin de fiesta para un día glorioso fue el concierto
festivo y bailable de los Diamond Dogs con Chris Spedding, rindiendo tributo a
la figura de la reina del Rock n’ Roll, Little Richard. Yo me lo pasé bomba con
la entrega y la simpatía del grupo. Es posible que Chris Sppeding ya no esté
para muchos trotes y que los dos temas que interpretaron suyos bajaran un poco
el ritmo. También es posible que los dos temas propios de los Diamond Dogs no
sonaran perfectos, y puede que la mayoría del público esperara los grandes
clásicos de Little Richard, y se sintieran un poco decepcionados al ver que
tocaban temas no tan manidos. Pero, a mí me convencieron la entrega y la pasión
del grupo, y como siempre que los veo salí con una sonrisa en la cara.
El Sábado fue un día muy accidentado que comenzó con Kitty,
Daisy & Lewis bajo un tórrido sol en la plaza de la Virgen Blanca. Con
tanto calor y con algunos cambios de instrumentos que se alargaron en exceso,
como hacen siempre, la verdad es que el concierto no llegó a coger ritmo. Otra
vez será.
Tenía muchas ganas de ver a Richard Hawley. Algunos de sus
discos me parecen muy buenos, especialmente Coles Corner, y además venía
arropado por una banda a su altura. Qué clase y buen gusto para atacar tanto
temas más de crooner como temas de influencias del Rock de los cincuenta. Sonó
muy bien y nos mostró la colección de guitarras más bonitas del festival. Tocó
canciones como She brings the sunlight, Prism in jeans, Open up your door,
Tonight the streets are ours, Coles corner, o Heart of Oak. Para muchos fue
todo un descubrimiento, para todos, un gran concierto.
Después de tremendo bolazo, supo a poco, por lo menos para
mí, el concierto de The Lemon Twigs. Y eso que es una banda que me gusta. El
contraste entre su insolente juventud y la reivindicación del sonido Byrds o
Beach Boys me gusta, pero, creo que se hicieron un poco reiterativos. Sonaron
muy bien y los hermanos D’Addario no dejaron de sonreír empalagosamente. Creo
que se disfrutan más en una sala.
Bastaron un par de temas para constatar que lo de unos Dead
Kennedys sin Jello biafra no tiene ningún sentido. Bromas sin gracia en manos
de unos solventes mercenarios.
El concierto de The Flaming Lips era el más controvertido
del festival. A priori no tienen nada que ver con ninguna otra banda del
universo azkenero, y estarían más cerca de festivales tipo Primavera Sound.
Pero la verdad es que venían a interpretar su disco Yoshimi Battles the Pink
Robots, y creo que es el disco que más me gusta de ellos. Son una banda
inclasificable y pueden sonar de maneras muy diversas si se lo proponen. Para
los que no los conocían mucho, fue un concierto entretenido y divertido, entre
los muñecos gigantes inflables, el confeti y la espectacular pantalla. Y para
los que los conocían, pues una manera de celebrar un disco muy personal en un
escenario grande y con un gran sonido. Durante el concierto de los
norteamericanos se puso a llover, y desgraciadamente la lluvia fue a más.
Uno de los mayores alicientes del cartel del festival era la
inclusión de uno de los mejores talentos de la escena del Country Rock
americano. Margo Price nos visitaba por primera vez, y no pudo tener un
concierto más accidentado. Diluvió durante todo su concierto, con lo que todo
el público se caló hasta los huesos, pero es que, además, el agua entraba al
escenario de tal manera que me extrañó que no suspendieran el show. El técnico
entraba continuamente para secar las guitarras y las pedaleras. Menos mal que
no llevaban monitores. Después de un par de temas con un sonido deficiente, la
cosa mejoró notablemente, y así pudimos disfrutar de temazos como Don’t leave
me up o Loner y grandes versiones de Waylon Jennings, Kissing you goodbye, Kris
Kristofferson con la gran Don’t let the bastards get you down, que dedicó
irónicamente al presidente Trump. Cuando la situación con la lluvia ya era
insostenible mandó a la banda a los camerinos y cantó a Capella el Mercedes
Benz de Kristofferson a la manera de Janis Joplin. Hizo lo que pudo y se ganó
todo nuestro respeto. Espero que vuelva pronto.
Totalmente empapado intenté seguir alguna canción de Manic
Street Preachers, que estaban sonando realmente bien, pero decidí retirarme,
con lo que me perdí el bolazo de los galeses, el bolazo de los Hellacopters, y
por lo que me contaron la controversia en el concierto de Cherie Currie. En el
que un numeroso grupo de personas con banderas palestinas increparon a la ex
Runaways, por algunas declaraciones en las que defendía la actuación de Israel
en el conflicto con Gaza y por sus simpatías con el trumpismo.
Espero volver a contaros mis experiencias en el Azkena de
2026.
Mr. Sheep