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domingo, 15 de abril de 2018

ROGER WATERS. PALAU SANT JORDI. 13/04/18



Cuando uno tiene que hacer la crítica de un concierto de Roger Waters hay que cambiar los parámetros habituales. No estamos ante un directo al uso, si no ante un espectáculo multimedia con algo de teatro y, por supuesto, unas canciones apabullantes. Eso que algunos llaman una performance.
Porque si hacemos la crítica al uso, corremos el riesgo de quedarnos en aspectos supérfluos que no siempre son positivos. Por ejemplo podemos considerar que pinchó en su visita a Barcelona. Algo más de mitad de entrada el viernes y sin llegar a llenar para el sábado. Es obvio que hubiese bastado con una fecha, pero el Sr.Waters ya se sabe que piensa a lo grande, incluso a riesgo de que le salga mal. No es la primera gira ruinosa de su carrera.
También podríamos considerar si no es algo hipócrita ese discurso contra el poderoso caballero Don Dinero y luego entrar en el habitual juego de parcelar el Sant Jordi y cobrar barbaridades por estar cerca. Igual ahí hay algo que rascar en lo del pinchazo.
E incluso podríamos pensar que en qué se parece a un concierto de rock en vivo todo este tinglado, con bases pregrabadas a gogó (hasta los famosos coros de los niños de Another Brick on the Wall) y la sensación de estar asistiendo a un videoclip de imágenes impactantes en el cual le vemos muy poquito la cara al maestro de ceremonias hasta los últimas canciones. Y que interactua más bien poco con el público.
Pero...¡qué demonios!, todo esto no significa gran cosa comparado con un espectáculo que convence por aplastamiento.
Veamos:
Una gran pantalla, algo que ya no sorprende, nos recibe con la imagen de una chica mirando al mar en este concierto de la gira Us + Them donde el ex-Pink Floyd nos presentará su último disco Is this the Life We Really Want?.  Poca cosa para amenizar la espera, que sumado al mucho espacio vacío da una sensación de frialdad en el ambiente. Por fin, después de unos minutos de sosa música étnica, casi religiosa y al son de las bellísimas Speak to me / Breathe da comienzo el espectáculo. La pantalla reproduce imágenes hipnóticas, psicodélicas, mezcladas con otras reivindicativas, algo que se repetirá a lo largo del concierto. No es un secreto que Waters es un activista que con los años se va radicalizando. Sonido impecable, algo que ya se presuponía viniendo de la banda precursora del sonido cuadrafónico. La potente One of These Days calienta el ambiente de un recinto algo más lleno con el paso de los minutos, sin llegar a los 3 cuartos. Relojes y más relojes para Time. Y así hirvanando clásicos como Welcome to the Machine y otros hasta llegar al momento de presentación de su nuevo material: Déjà Vu, la hermosísima The Last Refugeé (que bien podrían formar parte del repertorio del difunto Leonard Cohen) y la extraña Picture That. Y como colofón de esta primera parte los clásicos entre los clásicos Wish You Were Here y, claro, Another Brick in the Wall con ese playback algo censurable.
En el largo descanso (no olvidemos que el público tiene una edad) es inevitable hacer una valoración parcial y, la verdad es que de momento, no he soltado lagrimilla. Nada me ha emocionado especialmente, nada me ha sorprendido (tan sólo quizás el uso de la realidad virtual con alguna imagen de la banda proyectada sobre el vídeo de turno). Incluso ha habido algún momento un pelo soporífero a cargo de las esforzadas coristas. Todo correcto sin más, en definitiva.
La segunda parte comienza con la larguísima Dogs, una canción que a priori poco me dice, cantada en parte por el guitarrista David Wilson. Pero...un momento, ¿qué está pasando? Como de la nada aparece...¡una fábrica!. No un globo en forma de fábrica, no. Una fábrica enorme suspendida en medio del Palau Sant Jordi. ¡¡¡WTF!!!! Con sus chimeneas humeantes. ¡Increible! Y sobre esa fábrica se van sucediendo las imágenes de las fauces de un can al que oimos (mejor: sentimos) bramar mezclándose con el punteo del otro guitarrista Dave Kilminster. Esto ya me empieza a justificar el precio de la entrada...
Y la colosal fábrica ahí se queda otra canción más, vomitando imágenes impactantes. Ahora acompañada del famoso cerdo volador en la muy política Pigs (Three Different Ones) donde Waters aprovecha para machacar sin piedad al actual presidente de los Estados Unidos. Raro será que no se meta en un lío porque el escarnio es de aupa. Caricaturas de cerdo, de payaso, de bebé y un (en castellano) TRUMP ERES GILIPOLLAS para finalizar y enlazar con la grandiosa Money. Ahora la fábrica desaparece pero sus paredes se convierten en pantallas móviles pareciendo por momentos las columnas de un gigantesco ecualizador. Un efecto también muy potente ciertamente.


El concierto baja un peldaño con algunas canciones más del nuevo álbum, demostrando que Waters sigue facturando buena música pero que palidece al lado de los clásicos. Muy inteligentemente las engancha con el siguiente gran efecto de la noche: una pirámide de rayos láser que situa a la banda en el centro (y que obviamente recuerda a la portada del mítico Dark Side of the Moon) al son de Eclipse. Y no sé si se me ha metido algo en el ojo o es que me estoy haciendo mayor y me he emocionado.
Con Mother salgo de esa duda: estoy emocionado. Es curioso que después de tanto efecto sorprendente, una de las cosas que más me ha gustado es que, por fin, la pantalla se deja de psicodelias varias y enfoca toda la canción a Waters en este final de concierto. Y es un gustazo verle, tan mayor y tan creible. Respira honestidad en lo que hace y sólo puedo quitarme el sombrero que no tengo.
Para el final, cómo no, ese Comfortably Numb con todos los rayos láser y focos descargando luz sobre el feliz respetable para acabar de nuevo con la imagen de la chica en la playa.

Y así salimos todos con la sensación de que tras más de dos horas largas y 22 canciones, Roger Waters nos ha brindado un concierto de gama extra. Y sí: esto también es rock (y hasta ya no me parece tan caro...)

Mr.Bull

Más info en la web del músico







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