Pocas veces había visto la sala grande
de Apolo tan llena como en esta ocasión. Y es que los suecos
Ghost se han creado en pocos años una
nutrida legión de fieles. Tres buenos discos y una brillante puesta
en escena, además del misterio creado alrededor de la identidad de
sus miembros los han convertido ya en un referente de la música
actual. Creo que por Barcelona sólo se habían acercado para
el festival Sonisphere de hace un par de años, y la verdad es
que había muchas ganas de verlos en una sala.
El peaje de la noche fue el sufrir los
terribles 38 minutos de los teloneros Dead
Soul. Que un grupo use algo de música pregrabada en
directo no me importa, pero que use toneladas de ella es algo que no
soporto. Resulta extraño ver sólo un cantante y dos guitarristas en
escena, pero sonando detrás una atronadora percusión. Como gritaba
un tipo del público mientras les mostraba su dedo corazón: ¿Dónde
está el batería? Totalmente de acuerdo, amigo.
La aparición de Ghost
en escena resultó impactante, con los cinco músicos enmascarados,
los llamados Nameless Ghouls, y el
cantante Papa Emeritus III atacando con
Spirit seguida de From the pinnacle to the pit.
Más tarde, toda la imaginería religiosa
se complementó con la aparición de dos mujeres vestidas de monjas
repartiendo la sangre de Cristo
entre la primera fila. De los momentos destacados, resaltar como un
público desbocado
coreó Year zero, tras
la que sonó la apasionante He is.
También la final If you have ghosts
y el bis Monstrance clock nos
dejaron con la boca abierta.
Comprendemos
el éxito
de esta banda, y no sólo por su aspecto visual. Pueden atraer al
público más metálico a la vez que a otro que aprecie más los
sonidos setenteros o incluso Stoner.
Ya somos muchos los captados para la iglesia de Ghost.
Mr.
Wolf
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